¿Por qué todavía no decimos con claridad «Soy feminista»?

El taller de ilusiones 7

Hace unos días, una niña a la que quiero mucho me dijo con total seguridad: “Yo no soy feminista, creo en la igualdad”.

Me detuve. Le pregunté con calma: “¿Y qué crees que es el feminismo?”.

Su respuesta fue clara: “Lo contrario del machismo, ¿no? Que las mujeres sean más que los hombres”.

Este pequeño diálogo, tan natural y sincero, me hizo pensar en cuántas veces he escuchado lo mismo. Y no solo en niños. También en personas adultas, en entornos familiares, laborales, incluso educativos. El feminismo, una palabra que debería hablarnos de derechos y justicia, sigue generando rechazo o incomodidad.

Según la RAE, el feminismo es el «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre». Una definición que no debería provocar controversia. Sin embargo, en la calle, en las redes sociales, en las conversaciones cotidianas, se sigue confundiendo con una supuesta voluntad de superioridad femenina.

Y aquí viene la pregunta: ¿Qué estamos haciendo mal para que una palabra que defiende la igualdad se perciba como una amenaza?

Tal vez hemos asumido que su significado es obvio. Tal vez hemos dejado de explicarlo. O quizás no hemos encontrado formas cercanas y cotidianas de hablar sobre él. Porque si una niña (o un niño, o un adulto) cree que el feminismo busca que las mujeres estén por encima, entonces nos queda mucha sensibilización por delante.

Esto me lleva a otra reflexión: ¿Deberíamos cambiar el término por otro que no genere rechazo? Algunas personas defienden usar «igualitarismo» o hablar simplemente de «igualdad». Pero, ¿debemos ceder también el lenguaje, cuando el problema no está en la palabra, sino en lo que la sociedad cree que significa?

Creo que no es el feminismo lo que hay que cambiar, sino la manera en que lo explicamos, lo visibilizamos y lo vivimos. El feminismo no es exclusivo de las mujeres, ni de una ideología concreta. Es una lucha por los derechos humanos. Y mientras sigamos dudando de si podemos o no declararnos feministas en voz alta, habrá quienes sigan sin entender de qué hablamos.

Por eso, sí, creo que son necesarias las acciones de sensibilización, los espacios de debate, los proyectos educativos que no den por hecho que la igualdad se comprende por intuición. Porque no es así.

Si de verdad creemos en la igualdad, deberíamos poder decir con claridad: «Soy feminista». Sin miedo. Sin excusas. Con convicción.

Tal vez no hace falta cambiar la palabra. Tal vez lo que necesitamos es cambiar el significado que el mundo le ha puesto.

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